17/11/09

Berlín Express: La noche berlinesa segunda y última parte:de casa okupa a casa okupa y tiro porque me toca.

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Tras el pesimismo infundado en el grupo y el intento (poco racional) de Jesus de ir a buscar su cazadora en el siguiente metro que pasara, el grupo mixto, por llamarlo de alguna manera, llegamos a Tacheles. La casa en sí era un homenaje al Graffiti. Pero al graffiti malo, de baja calidad, una guarrada... En los bajos estaba el bar Zapata, que de comunista o anarquista tenía lo que yo de afgano. Requisitos para entrar: paga 10€ como buen hijo de Marx.
La casa en una de sus plantas tenía un bar bastante bien ambientado con música independiente (una mujer de aspecto moderno era la Dj). Pero el grupo mixto (parece esto un debate del parlamento) no tenía intención de quedarse mucho tiempo puesto que el ambiente era algo decaído. Éramos más ambiciosos y reclamábamos más acción en una noche de lunes.
En mitad de la exploración a Tacheles, el colectivo del madrugón que llevaba desde las 8 de la mañana dando vueltas por Berlín se encontró con nosotros. Un par de pisos encima del bar había una sala de exposiciones y talleres. Era todo un mercado de arte, pero arte del de verdad no las guarradas de graffiti de las paredes.

Tras el reportaje de fotos oportuno (no con mi cámara), el grupo de 10 Erasmus de Holanda, una italiana (erasmus pero en Berlín), un pintor italiano y dos redskins franceses dedicen ir a otra casa okupa del mismo barrio. Se supone, que en esa casa okupa había un concierto.
Por el camino, el pintor italiano se fuma una barra de Opio y el grupo hace una parada para comprar vino y chucherías . Nuestra amiga Sara se enfadó en una discusión relacionada con el planning del dia siguiente y decidió liberar su estrés comprando chucherías. Debía haber mucho surtido puesto que este elaborado paso de selección le llevó 15 minutos.
Era gracioso ya que uno de los puntos de la discusión fué porque el grupo "8 de la mañana" no había visto el Muro de Berlín (a día de hoy todavía no tienen foto con el muro) ni el chekcpoint Charlie y querían verlo el día siguiente. Nosotros en la mitad de tiempo conseguimos verlo (ahora ya sabéis por qué le llamo Berlín Express).

La casa okupa "del concierto" paradójicamente estaba muy silenciosa y oscura. Un italiano que hablaba español nos abre la puerta. De allí empiezan a salir tres o cuatro punkies y nos dicen que ni concierto ni gaitas. Que era Lunes y si había algo era en otra casa okupa de la misma calle un poco más abajo.
Un chaval joven, con clips en las ojeras, y el italiano que parlaba español nos acompañaron hasta el lugar. Allí no solo no haia nada sino que ni siquiera nos abren la puerta.
Tres casas okupas = tres intentos fracasados.
¿Dónde estaba la fiesta de bohemios que me habían prometido? ¿dónde estaban los pintores, los artistas? ¿dónde estaban los conciertos de música punk con cerveza alemana?
Estaban todos durmiendo porque el día siguiente era día de trabajo. La RDA o DDR ha desaparecido hace tiempo y ya no hay tanto paro. Quieran o no, incluso los comunistas o anarquistas okupas tienen que trabajar dentro del sistema capitalista para tener eurillos que gastar en cerveza y conciertos los sabados por la noche. En comida diría yo que se gastaban menos. Pude observar toda la verdura pasada de fecha que recogen de los contenedores de los supermercados y almacenan en plena calle (ni neveras ni ostias, la revolución tiene que hacerse con estómagos de hierro).
El grupo se estaba empezando a desanimar. El chaval de los clips en las orejas y el grupo "8 de la mañana" + Sara se fueron a dormir.
Al final, los remilgados éramos Jesús, Jaime, los redskinners franceses, el italiano de la segunda casa okupa (era un indigente, llevaba dos años viviendo en la calle y acababa de llegar a Berlín esa semana también) el pintor italiano(ya iba más pedo que Alfredo), la italiana de Erasmus en Berlín y yo.
Todo el grupo fue comandado desde el principio de la excursión nocturna por Martín. El chico carismático francés. Carismático porque no nos conocía de nada pero enseguida se hizo con las riendas del asunto. Todos le seguíamos con confianza plena de que nos iba a llevar a buen puerto.

Siguiente estación, valga la redundancia, la estación de metro. Allí nos encontramos con un chico bajito (parecido a Chuki de Los Serrano) con el pelo verde y una chupa de cuero llena de pinchos + un chica jovencita, guapa con una camiseta rasgada + un joven punky al que le acababan de romper la cara.
Nuestro amigo Martín se acercó a ellos y tras unos breves minutos de conversación, se unen a nosotros. Cabe mencionar que a partir de ese momento (un 70% del grupo ya se encontraba total mente bajo los efectos del alcohol/opio) empezamos a seguir al Chuki del pelo verde conmo nuestro gran guía salvador de la noche. Ese pequeño gran hombre fue reclutando más punkies por el camino. En un momento de la noche, llegué a pensar que salían de las alcantarillas (como las Tortugas Ninja).
El pelo verde, nos hizo subir a un autobus, que no pagamos porque no nos dió la gana. Alguno podría haber gritado viva la revolución y el transporte público gratuito; por el contrario, Jaime y el pintor italiano haciendo uso de la jerga de Mariano Rajoy y homenajeando su estado ebrio, podrían haber gritado ¡VIVA EL VINO! perfectamente.
Tras unos 20 minutos de autobús, los pasajeros que parecían haber salido todos de la película Waterworld, nos bajamos. Jaime y yo pensábamos que nos habían llevado a algún barrio de las afueras de Berlín a alguna fiesta secreta. Cuál fue nuestra sorpresa que 10 metros más adelante estaba la parada de metro de nuestro Hostel.
La noche, el destino o el hombre del pelo verde nos habían guiado a casa indirectamente. El bar al que nos llevaban (pequeñito, acojedor y con billar y cerveza alemana barata) estaba a 5 minutos andando del Hostel. En ese bar, el 70% de gente ebria, se transformó en un 85% (más contagioso que la Gripe A) y alguno que otro empezó el descenso al pozo de los infiernos. El pintor italiano completamente hecho añicos, acabó cayéndose de la silla dos veces y se quedó completamente dormido tumbado bocarriba en el suelo. Martín, acabó dormido sentado con la cabeza sobre sus propias piernas (todo un desafío a la flexibilidad corporal). La estampa era bien cómica. Tan cómica era, que el camarero sacó una cámara de fotos de debajo de la barra y partiéndose de risa realizó una fabulosa estampa. Pagaría millones por tener esa foto y poder publicarla aquí.
La noche acabó de la mejor manera posible, compartiendo una buena conversación de inquietudes políticas y profesionales con Mathilde y con el cumpleaños del camarero. Al fin y al cabo, un tío estupendo puesto que la noche de su cumpleaños, invitó a unos chupitos a ese grupo de genios y figuras que aguantó varías horas dando mal un lunes por la noche en su bar.
Si tuviera que asemejar la noche a algo, sería lo más parecido a un cuadro de Dalí.
Sin duda, La noche Berlinesa, una de las noches de mi vida y que será más de una vez una buena historia que contarles a mis futuros nietos. Y supongo que también la de mis amigos.

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